El ministro de Educación de Francia está embarcado en una reforma que busca que todos los niños, en especial los más desfavorecidos, alcancen los saberes fundamentales. De visita en Argentina, dialogó en exclusiva con Infobae.
Jean-Michel Blanquer concluye hoy una apretada gira de tres días por nuestro país durante la cual dio una conferencia en el marco de la reunión del Grupo de Trabajo de Educación del G20, se reunió con su par argentino, Alejandro Finocchiaro, visitó Córdoba, donde participó de los primeros actos de conmemoración del centenario de la Reforma Universitaria y recibió un doctorado honoris causa de la Universidad Nacional de Córdoba, entre otras reuniones.
Una actividad febril que se explica entre otras cosas por el especial interés en conocer los fundamentos de las reformas que el titular de Educación del gabinete del presidente Emmanuel Macron está impulsando con el fin de resolver un problema análogo al de nuestro país: un sistema educativo que tiene dificultades para cumplir acabadamente su misión y en el que muchos alumnos concluyen su escolaridad obligatoria con grandes lagunas de conocimiento.
Jean-Michel Blanquer llegó a Argentina precedido de cierta fama desde que adquirió gran popularidad en su país por el sólo hecho de plantear algunas reformas basadas en el sentido común: es en los primeros años de escolaridad que se deben concentrar los esfuerzos; exigencia e inclusión van necesariamente juntas, no habrá una sin la otra; el profesor no es un animador, la revolución tecnológica que estamos viviendo cambiará cosas pero no lo esencial porque, dice, "siempre se necesitará un ser humano para transmitir saberes y valores".
El Ministro Blanquer considera también que la evaluación de los alumnos es necesaria -tiene casi un fundamento "antropológico" y que la evaluación docente debe ser colectiva, de un equipo, de un proyecto.
En esta entrevista, un repaso por todos estos temas en un castellano fluido, porque Jean-Michel Blanquer es el más "latinoamericano" de los integrantes del gabinete francés: vivió en Colombia de 1989 a 1991. Tiene 53 años. Es ministro de Educación desde mayo de 2017. Pero no es un recién llegado al área sino que cuenta con una larga carrera en su haber: fue profesor, rector, director de Enseñanza Escolar, director del ESSEC (Escuela Superior de Ciencias Económicas y Comerciales) y ocupó otros cargos en el ministerio nacional durante anteriores gestiones.
Entrevista:
— Si en un sistema educativo, un alumno egresa de los años obligatorios de escuela sin entender lo que lee o sin escribir correctamente, y si usted como Ministro de Educación tiene recursos limitados, ¿en dónde los concentraría en primer lugar para solucionar ese déficit?
— En muchos países tenemos ese problema: lograr que todos los niños adquieran los mismos saberes elementales, leer, escribir, contar, respetar al otro. Transmitir los saberes y los valores que la escuela debe transmitir es un reto para todos los países. En nuestro caso, hay un 20 por ciento de niños que no alcanzan estos saberes, por eso pensamos que hay que tener una estrategia global. En primer lugar, tomar en cuenta el hecho de que muchas cosas se instalan durante los primeros años de la vida. En Francia tenemos lo que llamamos la Escuela Maternal, entre los 3 y los 6 años, y acabamos de decidir con el presidente Emmanuel Macron que esta Escuela Maternal sea obligatoria lo que permite poner un acento sobre el carácter decisivo de esa etapa porque es cuando podemos compensar las desigualdades de lenguaje que puedan existir entre los niños debido a circunstancia familiares. Es el momento en que el vocabulario en especial se puede enriquecer. En segundo lugar la idea es poner más medios y más esfuerzos en los territorios más pobres, y en ellos hemos dividido en dos las clases, tenemos clases de 12 alumnos, en los dos primeros años de la escuela elemental, cuando el niño empieza a aprender a leer, escribir y contar, y tiene 6 y 7 años. Queremos concentrar nuestros medios en este momento clave. En tercer lugar tenemos que hacer un esfuerzo para la formación de los maestros, en particular los de la Escuela Maternal y los primeros años de la primaria. Y es lo que estamos haciendo por ejemplo en cuanto a las matemáticas, porque necesitamos darles fuerza pedagógica a los maestros y maestras.
— Pareciera que en algún momento, en las últimas décadas, cosas que eran antes elementales, como el dictado, la lectura en voz alta, la memorización -de una poesía o de las tablas de multiplicar- o la clase magistral han pasado a ser "mala palabra". ¿En qué momento sucedió esto y por qué?
— Es cierto que hace unos cincuenta años hubo un movimiento de modernización que cuestionó algunos aspectos tradicionales de la escuela, en parte con razón y en parte equivocadamente. Tenía en parte razón porque había que salir de un sistema clásico que no alcanzaba a transmitir los saberes a todo el mundo y que era a veces aburrido. Pero en el camino se perdieron cosas fundamentales, en particular la necesidad de una pedagogía explícita, progresiva, y también un poco exigente porque ahora sabemos de manera muy comprobada que hay cosas que se deben instalar muy rápidamente porque si no se hace será muy difícil hacerlo después. Si queremos ser sociales, si queremos que todos los niños, cualquiera sea su origen social, accedan a los saberes, debemos ser muy exigentes…
— …exigencia es otra "mala palabra"…
— Pero es una palabra muy importante. Yo asumo las palabras exigencia, excelencia, porque quiero el bien de todos los niños, quiero que los niños lleguen a tener los saberes fundamentales. Si la escuela no lo da a todos los niños, solamente lo tendrán los de las familias favorecidas. Entonces si queremos la igualdad debemos querer la exigencia y la personalización, y por supuesto cuando un niño tiene dificultades hay que apoyarlo, ayudarlo de manera muy fuerte. Pero si tomamos por ejemplo las matemáticas, sabemos que es muy importante conocer las cuatro operaciones bastante temprano. Si se atrasa eso, no es bueno para el niño.
— Usted dijo una vez que "el discurso igualitarista es destructivo". ¿Qué quiso decir?
— Que a veces hay discursos sobre la igualdad que van en contra de la igualdad. Por ejemplo en el caso francés se dio la desaparición de clases bilingües o de clases de latín y griego, en nombre de la igualdad, porque como sólo una parte de los alumnos lo hacía, parecía un elemento de desigualdad. Yo pienso que es al revés, porque estas clases estamos en condiciones de ponerlas en particular en los colegios pobres para crear atractividad, para crear excelencia. Debemos entonces tener una estrategia de creatividad, de libertad, al servicio de la igualdad. Esa es mi estrategia, esas son mis políticas educativas.
— Calificar a los alumnos, ¿es bueno?, ¿puede hacerse sin discriminar?, porque es otra cosa que está desprestigiada, el poner notas…
— La evaluación de los alumnos es algo sumamente importante. No hay que abandonar la evaluación, todo el mundo la necesita, y los niños quieren la evaluación. Por ejemplo en el deporte todo el mundo quiere la evaluación, en los videojuegos hay una evaluación permanente con puntos; hay algo antropológico en el tema de la evaluación. La gran pregunta es en qué medida la evaluación le permite a uno progresar, la evaluación no debe existir para crear inhibición sino para crear motivación. Entonces, tanto para el alumno, como para el profesor o el sistema, debemos tener una evaluación que estimule.
Por Claudia Peiró 15 de abril de 2018, Infobae